domingo, junio 24, 2007

LA TRANSFORMACION SOCIAL QUE NO CESA

Hace pocos días escribía desde estas páginas sobre un hecho trascendente : la dificultad colectiva para digerir( o asimilar) los vertiginosos cambios sociales y culturales que estamos viviendo. En poco más de 30 años hemos pasado, en España, de la sociedad cerrada y predecible, a una sociedad abierta y dinámica. Pero estos dos últimos adjetivos que podrían ser considerados como la muestra de valores positivos de la sociedad actual, adquieren un significado inquietante para muchos de nuestros conciudadanos. Con ello se tiene ( tengo) la percepción de que estamos asistiendo a un cierto repliegue de la capacidad expansiva de la sociedad catalana y de la sociedad española.
En las últimas elecciones, muchos ciudadanos no fueron a votar, segurament prisioneros de una apatía cívica que no hace más que crecer en algunos de los puntos más dinámicos de España. Cataluña ha sido un ejemplo claro y vivo de ese estado anímico y si en los próximos meses no somos capaces de movilizar ideas y nuevas inquietudes políticas, es posible que en el próximo mes de marzo, los resultados de la participación política electoral sigan por el mismo camino.
Uno de los elementos claves es, a mi juicio (y por ello lo vuelvo a repetir), el impulso de la pedagogía política sobre las enormes transformaciones de nuestra sociedad. Mientras los ciudadanos del país miren a los nuevos trabajadores y vecinos con recelo, con temor y con desconfianza, los motores de la sociedad corren el peligro de detenerse.Mientras los recursos públicos tengan un reparto que pueda penalizar a los sectores tradicionalmente beneficiados de los mismos, los puntos de tensión no tenderán a desaparecer. Mientras la situación laboral y social de los nuevos vecinos conserve los déficits que aún evidencia, la amenaza de dos o más velocidades en la ciudadanía puede intalarse de forma más o menos permanente.
Creo que ha llegado la hora de afrontar el problema con valentía ideológica y política. Hace falta una mayor inversión pública en las políticas de integración. Debemos movilizar más recursos para mejorar la situación laboral de los nuevos contingentes de trabajadores ( que hoy perciben como promedio un salario inferior al del trabajador nativo). Debemos hacer una política intensiva de vivienda social. Debemos impulsar el asociacionismo cultural de los recién llegados. Hemos de crear condiciones de integración en todos los ámbitos de la participación pública. Y debemos pensar en serio en la reforma legal que garantice el voto a los residentes de cualquier país del mundo con un cierto número de años de residencia en el país. La conjunción de derechos sociales y de derechos políticos es la ecuación capaz de poner las cosas en un nuevo orden. Tenemos ( tengo) la esperanza de que las novedades comiencen a sucederse bien pronto.

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